
Las elecciones nacionales serán una nueva encuesta real del momento político, con efectos todavía difíciles de anticipar en profundidad. En la variante local, medirán gestiones, empoderarán oficialismos o enviarán alertas, eventuales llamados de atención en las gestiones en marcha. Es parte de lo que se pone en juego en Neuquén, con el oficialismo poniendo a jugar a sus principales representantes en la disputa por el Congreso. Desde la mirada de Neuquén, nada de lo que ocurre hoy en Vaca Muerta pudiera tener visos de certeza sin ese rol iniciático a finales de la primera década de los años 2000. Quizás ese terreno de disputas (por los recursos, por los beneficios económicos, por su distribución) se tensione conforme la oportunidad -y la realidad en ciernes- tienda a ser todavía más grande. Hay motivos para pensar que ocurrirá. Esta vez se llevaron buena parte de los eslóganes de campaña: un juego de las diferencias con matices, en esa larga historia del libro neuquino del provincialismo versus el centralismo.
El shale y el contexto electoral
Vaca Muerta, en términos de producción, luce como nunca. El motor energético argentino no deja récords sin romper. El gobierno provincial pondera el escenario, destaca el envión, lo impulsa; se propone como garante de esa continuidad, pero no sin cautela. En la letra fina, sabe que ese “gran problema para tener”, el del crecimiento desmesurado que provoca el imán productivo y que tensiona la agenda de cuanto servicio público se tome, es un arma de doble filo. Lo sabe porque esa condición, en parte, le permitió la llegada al poder. Por eso enfatiza que Neuquén necesita representantes que lleven al Congreso el debate sobre todo lo que aporta y lo que (no) recibe a cambio. La coparticipación federal retaceada como clave discursiva de los últimos días.
Se sabe: para el gobierno nacional es una elección de todo o nada. Un poco que lo impuso así, en la mirada previa y en el transcurso de la campaña. Casi sin solución de continuidad, pasó de vaticinar que iba a “pintar de violeta el mapa del país” a tratar de garantizar un tercio del Congreso para sostener vetos y evitar las zozobras de diversa índole que se desprenden, hasta acá, de su falta de aptitud para construir consensos. Foto que imperó, salvo raras excepciones delineadas por la necesidad de coyuntura, que cada vez es más grande.
El contexto en el que se da el comicio no es la excepción: la necesidad de dólares sigue imperando como impulso principal -como marco político– para el shale. Eso y el motor dado por una industria que se abroquela detrás del objetivo exportador como nunca antes. Porque ya está ocurriendo y porque el tren -algo que no sucede tanto- vuelve a pasar con la transición y la seguridad energética como zanahoria-objetivo para perforar como nunca antes en la próxima década.
Los 10-15 años del ciclo de la roca madre que cambió la industria petrolera se escribieron entre banquinazos. Duele -por el tenor del tiempo perdido-, pero es real. Los hubo de un color variado de expresiones políticas. El reemplazo del convencional por el no convencional (66% de la producción petrolera de Argentina) ocurrió sin un marco estable para impulsar inversiones. No fue ideal, pero alcanzó como para un crecimiento sin parangón. (Argentina está a poco de volver a su máxima producción histórica.) Lo que está en juego es el crecimiento posible, sin antecedentes. La quimera que se puede volver verdad.
En dos años Argentina podría estar produciendo LNG, con ese plan iniciático de Southern Energy. Hay barcos en construcción, permisos ambientales concedidos, y oleoductos que aceleran hacia el Atlántico en el caso del crudo. Corren días clave para terminar de confirmar ese otro gran proyecto exportador, el tramo del LNG Argentina de YPF, Eni, Shell y “otro gran jugador”.
Horacio Marín, el presidente de YPF, viene sosteniendo que el largo aliento de un proyecto de estas características no incluye como variable definitoria el “riesgo” macroeconómico que se desprende de Argentina. Que las virtudes de la roca llamada Vaca Muerta y las necesidades globales comienzan a hablar un cierto idioma en común.
Está también la cara de hereje de las necesidades económicas el país, que tienden a profundizarse y no conocer tanto de ideologías. Foto previa al comicio: la industria acelera, Argentina necesita dólares y no abundan los lugares donde ir a buscarlos.
