
Cada ciclo de crecimiento de Vaca Muerta estuvo acompañado de un vértigo nuevo: la sensación de una escala desconocida, a veces difícil de dimensionar. La perforación predictiva con inteligencia artificial es uno de esos últimos peldaños alcanzados por la industria: el algoritmo como llave para optimizar un pozo shale y ampliar fronteras. Proliferan cifras de una magnitud inusitada que definen este tramo final de una década vertiginosa (2015-2025), marcada por el rol central de un puñado de ingenieros -cada vez más jóvenes-, por el contexto político local y por las virtudes de una roca que hasta ahora pudo esquivar los vaivenes macroeconómicos y las decisiones nacionales más diversas. La vieja cara de “la restricción externa” derivó, en parte, en una continuidad: Vaca Muerta como usina generadora de dólares.
Esta vez, esa nueva dimensión tiene nombre propio: LNG Argentina, en uno de sus tramos, dada por la sociedad entre YPF y Eni, que acaban de completar su acuerdo de ingeniería final, que marcará un antes y un después en la historia energética del país. (Southern Energy se encamina hacia lo mismo, en una escala también inédita, que impondrá un nuevo hito productivo hacia finales del 2027.)
El corazón del proyecto
Una de las cifras que da la medida del plan es la de la perforación: se necesitan 800 pozos, clave del abastecimiento del futuro polo de gas natural licuado en la costa del Golfo San Matías, solo para este proyecto. En términos de actividad, es un salto sin precedentes.
Para dimensionarlo: durante todo el 2024, Neuquén registró 440 pozos perforados, entre gas y petróleo, según datos del Ministerio de Energía provincial. (Bastaron para establecer récords absolutos en 106 años de historia, esos que se vieron en el último semestre. Y para encaminar al país hacia sus máximos registros petroleros desde el 1998.) El plan del gas rubricado entre la empresa argentina y la italiana en Buenos Aires hace foco exclusivamente en el gas, el insumo base del proyecto que también podría incidir en una cuota adicional de magnitud con shale oil y otros derivados del gas natural.
Detrás de cada pozo hay equipos, fracturas, arenas, logística, mano de obra y un sistema de servicios que se multiplica en cadena.
Infraestructura y territorio
El mapa de esa expansión vuelve a colocar a Neuquén en el centro de la escena. Las áreas de YPF y sus socios internacionales concentran buena parte del desarrollo gasífero en curso, pero la magnitud de un proyecto de exportación requiere más que pozos: infraestructura de evacuación, plantas de tratamiento, gasoductos troncales y una red de transporte capaz de sostener volúmenes nunca antes alcanzados.
En paralelo, las obras de transporte de crudo, como el oleoducto Vaca Muerta Sur, que ya lleva un tercio de avance en su itinerario entre Añelo y Punta Colorada, funcionan como espejo de lo que podría llegar en gas: estructuras que amplían el territorio productivo.
En el caso del LNG, la mirada se desplaza también hacia la costa rionegrina, donde se ubicarán las unidades flotantes de licuefacción, cerca del nuevo polo exportador de crudo argentino.
Hay una lógica nueva en escena: mientras el petróleo consolida el presente exportador, el gas empieza a construir el futuro. El atolladero del cuello de botella del gas de la Cuenca Neuquina (que en parte comenzó a zanjarse con el Gasoducto Presidente Néstor Kirchner-Perito Moreno y la reversión del Gasoducto Norte) ahora abre paso a la construcción de un tendido de 48 pulgadas de diámetro y 500 kilóemtros de extensión, como el que nunca se hizo en Argentina.
Es la promesa de un ciclo industrial extendido que implicará perforar, transportar, licuar y embarcar gas a precios competitivos, en un contexto mundial que exige transición energética pero que, en los hechos, sigue premiando la seguridad energética.
El nuevo ciclo gasífero
La escala de los 800 pozos -sumados a los que demandará la consolidación del shale oil para el VMOS y un posible nuevo oleoducto vinculado al gas asociado- redefine también las coordenadas políticas y económicas del país.
Con el Brent en una suerte de subibajas geopolítico y una macro todavía incierta, el gas asoma como un vector de largo plazo. En los pasillos del sector se asume que el acuerdo con Eni, a la espera de Shell y “otra gran jugadora”, puede actuar como ancla de confianza para nuevos capitales, un espejo del efecto Loma Campana, el bloque que inauguró el shale argentino, en ese primer capítulo que puso en contexto el potencial de Vaca Muerta cuando un yacimiento entraba en modo desarrollo.
Más allá del paso definitivo de inversión del LNG entre YPF y ENI -unos 20.000 millones de dólares adicionales, además de los fondos para los pozos-, el contexto impone el desafío de cómo sostener ese nivel de actividad. La expansión de rutas, redes eléctricas, plantas de arenas y bases logísticas, y el recurso humano serán parte del nuevo mapa que deberá trazarse entre gobiernos, empresas y gremios.