
Suficiente para argumentar que la Fed querrá aferrarse a la hoja de ruta prevista en su mapa de puntos. Un itinerario que incluye un recorte de un cuarto de punto esta semana y otro más en diciembre. El gobernador Chris Waller, quien ya quería reducir las tasas en julio, puso la rebaja de fin de año en duda, a menos que la inflación se mantenga calma. Y la suba de precios al consumidor se apaciguó en septiembre.
Más todavía: si el “shutdown” continúa, y supera el máximo histórico de 35 días entre 2018 y 2019, no habrá medición en octubre ya que no se recolectará la información de campo. Así que esta evidencia puntual promete ser también una referencia más duradera y valiosa que de costumbre.
La inflación mensual cayó a 0,3% de 0,4% en agosto. La versión núcleo pasó de 0,3% a 0,2%. Y lo mismo sucedió con la media depurada del 16% de las observaciones extremas y la inflación mediana. Todos los registros anualizados se ubican por encima de la meta de 2%. En ese sentido, las lecturas no son buenas.
En la Fed ven que, sin el impacto de los aranceles, la inflación anual ya está en la zona del 2%
Pero la mejoría, generalizada y uniforme, no puede discutirse. Con esa credencial alcanza y sobra para bajar las tasas, aunque la inflación interanual de septiembre haya trepado a 3%. Se sabe que la FED está armada de paciencia. En sus últimas proyecciones, la inflación no vuelve al corral de 2% antes de 2028. Pero las tasas, hoy en 4,25%, disminuyen en forma sostenida: a 3,75% en diciembre; 3,5% en 2026 y 3,25% en 2027.
En la medida que las expectativas de inflación de largo plazo se mantengan ancladas en torno a 2% y la política monetaria preserve un leve sesgo restrictivo (esto es, mientras sostenga una tasa nominal por encima de la tasa neutral de 3%), el banco central confía en la convergencia a la meta. El ascenso actual de la inflación observada, a su juicio, es esencialmente un aumento de precios por única vez debido a la suba de aranceles.
En otras palabras, una singularidad que se desvanecerá cuando se asiente la estructura de gravámenes definitiva. El gobernador Waller, por caso, estima que excluido el impacto de los aranceles, la inflación ya se ubica muy cerca de la vara de 2%. Que el componente más recalcitrante de la altísima inflación que legó la pandemia – el costo de los servicios de vivienda – retroceda mes a mes conjura, entretanto, los riesgos de contagio.
Esa inflación del alojamiento llegó a ser 8,2% interanual en marzo de 2023. En septiembre, midió 3,6%. Su incremento mensual – 0,2% – fue el menor desde enero de 2021. Y promete seguir la merma, entre otras razones, por la fuerte reversión de la corriente inmigratoria y la consecuente descompresión del mercado de alquileres.
La Fed toma decisiones con menos información, por el cierre del gobierno
El cierre parcial de la Administración – el “shutdown” que se prolonga – interrumpió el flujo oficial de indicadores. La única excepción, como se dijo, fue la inflación (porque se necesitaba la información para realizar el ajuste anual de los beneficios de la seguridad social). La Fed es data dependiente. Y su ausencia es un problema. La debilidad del mercado laboral – vale recordar que la creación de empleo se atascó desde mayo – gatilló la decisión de retomar la baja de tasas en septiembre. Pero el informe de empleo de ese mes no llegó a publicarse.
Hubo que apelar a sustitutos imperfectos. Un estudio del sector privado – el reporte ADP que no toma en cuenta la evolución en el sector público – detectó una destrucción de 32.000 puestos netos de trabajo tras una pérdida de 3.000 en agosto. ¿Qué habrá pasado en octubre? Se ignora, aunque no hay indicios de cambios significativos.
Como la Fed administra riesgos, y ese es el principal peligro en su radar, la poda de tasas del miércoles está garantizada. La escasa visibilidad del mercado de trabajo, y la ventana excepcional que obtuvo la inflación, confluyen ambas a justificar la decisión.
No se conocen a ciencia cierta los avatares del mercado laboral, pero abunda la evidencia de una economía que crece a paso firme. El llamado consenso Blue Chip de analistas calcula un crecimiento de 2,5% en el tercer trimestre. El pronóstico en tiempo real de la Reserva Federal de Atlanta vaticina 3,9%. Y el informe PMI de S&P Global, el viernes, señaló además que la actividad (industrial y de servicios) comenzó el cuarto trimestre con suma robustez. En particular, la creación de nuevos negocios registró el nivel más alto en lo que va de 2025.
La pregunta a responder en diciembre, presumiblemente cuando el shutdown sea historia y ya se disponga de amplia información, será si todavía el mercado de trabajo precisa del remolque explícito de la política monetaria. O si, con una economía tan saludable, no resultará redundante. Es lo que sugieren entrelíneas, sin urgencia, los halcones del banco central norteamericano. Pero una paloma, como Waller, ya se lo plantea también. Los futuros de Chicago, mientras tanto, tienen el recorte de tasas anotado en tinta indeleble y con más de 90% de probabilidad. Tener que borrarlo será un dolor de cabeza.
Wall Street: entre la volatilidad, la baja de tasas y los balances trimestrales
Wall Street tambaleó, dos semanas atrás, frente a la amenaza de Trump de volver a la guerra comercial salvaje con China. También acusó recibo del incipiente deterioro crediticio que asomó en la banca regional. Aunque una inspección detallada no encontró mucho más que un par de pequeñas cucarachas. El rally vertiginoso que se gestó después de que Jerome Powell anticipase la voluntad de retomar la baja de tasas ya protagonizó frenazos bruscos. Esta semana volcó la fiebre del oro y de los metales preciosos. Antes fue el turno de las criptomonedas. La bolsa, en cambio, sufrió los barquinazos, pero se hizo camino al alza.
El Dow Jones clavó el martes un nuevo máximo pari passu con el derrape de los metales. Y el viernes repitió cerrando por primera vez por encima de los 47 mil puntos. Con la noticia de la inflación mansa bajo el brazo, el S&P 500 y el Nasdaq también se animaron a coronar nuevas cumbres. Que la FED reduzca las tasas, que la tasa de diez años se acomode por debajo de 4%, son estimulantes potentes. Lo mismo, la posibilidad de que la FED anuncie la terminación del QT, el proceso que achica mes a mes el tamaño de su hoja de crédito.
Si se extiende, ahora que las reservas del sistema se hundieron por debajo de los u$s3 billones y del 10% del PBI, podría generar un cortocircuito de súbita iliquidez. Son factores que ayudan, pero aun así no impiden la corrección abrupta de los metales y las monedas digitales. El mercado bull de la renta variable se alimenta de la relajación monetaria, pero no vive solamente de ello. Con la prepotencia de sus balances marca la diferencia.
Y estamos en plena temporada. Es la firmeza de la economía lo que más tira del carro. Una vez más. Así nació el paso de los toros tres años atrás, en octubre de 2022, cuando la recesión dominaba todos los pronósticos, y la FED subía las tasas a grandes zancadas. La economía desplegó entonces su resiliencia, y lo hizo contra viento y marea. Resultó, a la postre, la fuerza tenaz que determinó el rumbo.
